Según
Walter Mischel, psicólogo y profesor de la universidad de Columbia, el cerebro
tiene dos sistemas: uno frio y otro caliente. En el primero mandan el
conocimiento, el pensamiento y los objetivos…, la razón. El segundo es
emocional e impulsivo y responde a reflejos rápidos que se disparan sin pensar.
El frío se dirige más a lo que debemos hacer, el caliente a lo que deseamos
hacer. Cuando la fuerza de voluntad falla el sistema caliente se impone al frio
y se produce la acción impulsiva, como gritar a un padre después de una
corrección o que un hijo pida insistentemente un caramelo que ha visto junto al
cajero del supermercado mientras los padres esperan su turno.
Son más
impulsivos los hombres al tener más estimulación de la amígdala cerebral..
En otros
estudios, Mischel logró determinar que las diferencias en la capacidad de
esperar se veían incluso en bebés de nueve meses al observar cómo ellos
respondían cuando los separaban de sus madres. Al estudiar a esos mismos niños
años más tarde los investigadores encontraron que los patrones de
comportamiento ante la espera de la gratificación fueron iguales.
Eso podría indicar que algunas personas son genéticamente más susceptibles a los detonantes del sistema caliente, y ello influenciaría su comportamiento toda la vida. Pero no contento con esa explicación, Mischel propuso otro experimento, esta vez con niños de familias con bajos ingresos del barrio del Bronx, en Nueva York. La capacidad de la mayoría de los participantes de resistir a la tentación fue menor que en el experimento original, donde los niños venían de familias de clase media de Palo Alto, California.
Eso podría indicar que algunas personas son genéticamente más susceptibles a los detonantes del sistema caliente, y ello influenciaría su comportamiento toda la vida. Pero no contento con esa explicación, Mischel propuso otro experimento, esta vez con niños de familias con bajos ingresos del barrio del Bronx, en Nueva York. La capacidad de la mayoría de los participantes de resistir a la tentación fue menor que en el experimento original, donde los niños venían de familias de clase media de Palo Alto, California.
Es
interesante que los padres promuevan en los hijos, desde que son pequeños, el
autocontrol, necesario para resistir la frustración e insistir en alcanzar los
objetivos que nos trazamos. Ceder a los caprichos de los hijos no es
intrascendente, nos jugamos la calidad de su futuro profesional y personal.
Por todo
lo anterior es importante tener un buen nivel de autocontrol, que en los
primeros años de vida es promovido, o no, por las directrices que recibimos de
nuestros padres. Ahí van algunas estrategias que ayudan a aumentarlo:
Apartar los sentidos del estímulo
Nada
mejor para fomentar el autocontrol que tener alejadas las cosas que lo socavan.
Si no quiero comer pasteles lo mejor es no pasar delante de la pastelería. Si
no quiero distraerme cuando estudio lo mejor es dejar el móvil fuera de la
habitación, posicionar el ordenador también fuera y quitar el resto de
estímulos que puedan distraerme. Como dice el refranero, “ojos que no ven
corazón que no siente”
Planificar con antelación
Tener
planes preparados con antelación y respuestas inmediatas resulta útil para
saber qué hacer ante determinadas situaciones. “Si me llama mi amigo Juan le
diré que tengo que estudiar con mi hermano porque tengo que acabar el trabajo”.
Se ha demostrado que este tipo de proposiciones “si X entonces Y” son
estrategias útiles para mejorar el autocontrol (Duckworth, 2011).
Objetivos claros
A los
alumnos les hemos de enseñar a que tengan objetivos adecuados que les permitan
ir obteniendo pequeños progresos y experimentar el éxito académico. Su
motivación interna lo requiere y su perseverancia lo agradecerá. “¡Es el primer
control de Tecnología que apruebo!” era el comentario de un alumno
recientemente. Lo cierto es que eso sirvió de acicate para su mejora académica
general.
Ser positivos
Tener una actitud positiva y una visión optimista (que
sabemos que se puede aprender, o si se quiere mejorar) permite mantener una
motivación para la tarea y no tirar la toalla con facilidad. Hemos de
intentar generar climas emocionales positivos en el aula y en el hogar que,
además, sabemos que facilitan el aprendizaje. Cuando el alumno está haciendo
los deberes y está en un estado de ánimo positivo es más fácil que se concentre
en la tarea y resista la tentación de mirar si ha recibido algún mensaje en el
móvil. Si por el contrario, el alumno está en un estado de ánimo negativo, sus
mayores niveles de ansiedad le harán más complicado controlar sus impulsos.
El cerebro requiere glucosa
Para
facilitar el aprendizaje y para que las tareas que requieren autocontrol no
agoten nuestra fuerza de voluntad es imprescindible que los niveles de azúcar
en sangre sean estables. Eso se consigue haciendo al menos cinco comidas
diarias. A los alumnos les hemos de explicar la importancia de un buen
desayuno. Su cerebro y su fuerza de voluntad agradecerán esa recarga
energética.
Diálogo interno imprescindible
Hoy
sabemos que, en situaciones en las que estamos alterados, existe una gran
activación de la amígdala derecha (también de la corteza prefrontal derecha).
Para evitar este “secuestro de la amígdala” y no dejarnos arrastrar por las emociones
negativas generadas, es muy útil hablar con nosotros mismos e intentar refutar
las ideas que nos embargan. Por ejemplo, “¿es necesario que me enfade ante un
simple comentario irreflexivo del compañero?”, o incluso recurrir a la empatía,
“al fin y al cabo, está un poco nervioso por la enfermedad de su padre”.
También
sirve recordar los efectos positivos de evitar la tentación.
La atención regula la emoción
Cuenta
Daniel Goleman que cuando sus hijos eran pequeños y estaban enfadados, les
hacía dirigir la atención hacia algo para apaciguar su enojo: “¡Mira ese
pajarito!” (Goleman, 2013). La llamada atención ejecutiva que nos permite
dirigir nuestra atención hacia algo en detrimento del resto y que constituye
una atención selectiva para el estudio (como seguir el hilo del razonamiento en
la resolución de un problema) tiene una ventana plástica entre los 4 y 7 años
de edad y puede ser mejorada con el entrenamiento adecuado (Mora, 2013).
El autocontrol se ejercita
Los niños con problemas de autocontrol y con dificultades
en el aprendizaje suelen ser incapaces de prestar atención. Y el mejor antídoto
ante la distracción es la enseñanza de la metacognición que les permite
observar los propios procesos mentales o ser conscientes de la propia atención.
De todas formas no podemos pedirnos a nosotros ni pedir a
los niños que digan no a todo. Es agotador e insostenible. Hay que ser
selectivos e ir a lo importante. Soy creyente y, de vez en cuando, charlo con
un sacerdote; recuerdo que después de una de estas conversaciones el consejo
que recibí fue bien sencillo: “vete a tomarte un buen helado”
Os dejo otro vídeo, lleno de humor, sobre el test de la golosina:
Fuentes: https://escuelaconcerebro.wordpress.com/tag/autocontrol/