Para aprender algo se necesita PODER aprenderlo y
QUERER aprenderlo. Cualquier persona
PUEDE aprender algo nuevo si tiene las capacidades, estrategias y destrezas
necesarias. De las capacidades destaco un cierto nivel de fuerza de voluntad, el necesario para
afrontar el esfuerzo requerido durante el tiempo oportuno. A esto hay que añadir la intención, disposición
y motivación, es decir, QUERER aprender. Entre el “querer” y el “poder” hay
relaciones. Por ejemplo, la falta de conocimientos sobre cómo y cuándo aprender
–estrategias y destrezas-, puede llevar a la apatía y el abandono. Un niño que
sepa cuándo y cómo estudiar parte con ventaja para obtener buenos resultados
académicos y, con estos, más motivación para mantener el esfuerzo de aprender.
Llegados a este punto cabe hacerse la siguiente pregunta:
para que un estudiante alcance un rendimiento aceptable o excelente, ¿basta con
la motivación y el manejo de estrategias y destrezas?. Recuerdo la respuesta que
nos dio el profesor Gerardo Castillo, a un grupo de docentes, en una sesión de
reciclaje: LA MOTIVACIÓN debe ir acompañada
de FUERZA DE VOLUNTAD. Al final, hasta para pasarlo bien, hay que vencer
la desgana. La voluntad se entrena en pequeños vencimientos del día a día, en
cosas ordinarias. Ahí vamos creando el listón mental de lo que creemos que
somos capaces de hacer.
Cuando hablamos de motivación en el estudiante, nos
referimos a mecanismos y procesos que le llevan a aprender y estudiar, pudiendo hacer otras cosas, quizás menos exigentes y más atractivas, al menos a corto plazo . Aquí entran en juego tres aspectos:
- Qué sentido tiene
para cada individuo la tarea de aprender. Se encuentra en la respuesta a
preguntas como ¿por qué y para qué dedico tiempo a aprender, estudiar,
esforzarme…? A modo de ejemplo, un compañero mío se encontró con un antiguo
alumno - después de años sin noticias suyas-, que solía tener bajas
calificaciones,. Le preguntó que cómo le iba y este le dijo que estaba terminando
la carrera, con buenas calificaciones. El cambio – le dijo-, se produjo después
de la enésima bronca de su padre al no levantarse por la mañana. Se puso a
pensar y vio que no era sostenible recibir uno o varios rapapolvos diarios, el
resto de su vida, por su falta de responsabilidad. Este era para él, el sentido inmediato para ponerse a estudiar, aunque luego descubriese otros de más calidad.
- Expectativas de
éxito en la tarea de aprender. Cuando nos enfrentamos a una tarea, todos nos
preguntamos si somos capaces de realizarla y la respuesta que nos demos a nosotros mismos condicionará nuestra
dedicación a ella. Pues lo mismo le ocurre a un estudiante.
- Es difícil mantener
el esfuerzo en una tarea que nos hace sentirnos mal, en la que no encontramos
satisfacción alguna. Hay un parte emocional, en un sentido u otro, en el
esfuerzo de aprender.
Después de esta introducción teórica, me centro en aspectos
prácticos a trabajar con los estudiantes, con la salvedad de que cada edad
tiene sus condicionamientos que nos obligan a adaptar cualquier consejo general
sobre este u otros temas. Además, la edad no es el único factor de interacciona
con la motivación del estudiante. Dicho esto voy a los consejos:
- Respecto a los motivos para estudiar:
- Para un niño de primaria, secundaria e incluso de
bachillerato, los argumentos basados en el futuro tienen poca influencia. Para
ellos una semana es una eternidad luego decirles que tienen que preparar su
futuro tiene una eficacia limitada. Para ellos el tiempo pasa muy despacio y la
madurez es algo muy lejano. Hay que darles esos argumentos pero siendo
conscientes de su limitada eficacia.
- Son más sensibles a argumentos basados en valores como la
justicia (responder al esfuerzo económico que hacen los padres), la
responsabilidad (ser personas fiables en las que se puede descargar una
responsabilidad), la libertad (es más libre y menos dependiente el que más
sabe), curiosidad intelectual (conocer el por qué de las cosas), aceptación
social (se le tiene más respeto a la persona trabajadora), etc.
- Los padres deben cultivar en sus hijos, desde pequeños, la
motivación intrínseca, que es aquella que no se basa en estímulos externos.
Desde pequeños deben ayudar a sus hijos a disponer de una voluntad fuerte que
les lleve a una experiencia cotidiana más de éxitos que de fracasos, que les
ayude a saborear los efectos positivos de una autoestima alta y a disfrutar de
unos hábitos operativos que los encaminen a la excelencia.
- Es difícil que nuestros hijos tengan experiencia de éxitos
si se lo damos todo hecho o exigimos en demasiadas cosas. Hay que exigir todos
los días en pocas cosas, pero importantes para su edad, con constancia y
persiguiendo que emerjan en su personalidad competencias concretas. La vida es
un reto permanente y nuestros hijos han de tener retos todos los días, pocos
pero importantes para su desarrollo.
- En los motivos de un niño para esforzarse influye la
actitud y aptitud de sus adultos significativos -el ejemplo-, principalmente de los padres.
También influyen los profesores, hermanos mayores, parientes cercanos, etc.
- Respecto a las expectativas de éxito , cada vez que un
estudiante se enfrenta a una asignatura, a un exámen, a un ejercicio, a una
clase…se plantea si va a ser capaz de rendir al nivel que le piden los profesores,
sus padres y la sociedad, entre otros. Si lo ve imposible es probable que no
ponga ningún esfuerzo. Para que esto no ocurra aconsejo tener en cuenta lo
siguiente:
- El primer suspenso de un hijo es el momento para buscar las
causas y las soluciones, sobre todo si se da en asignaturas instrumentales,
llamadas así porque su manejo es indispensable para rendir adecuadamente en el
resto de asignaturas. Hablamos de matemáticas y de lengua. No actuar tiene como consecuencia que el niño entre en un círculo de fracaso que condicionará sus expectativas de éxito y, por tanto, su rendimiento presente y futuro.
- El autoconcepto del estudiante influye en su rendimiento y
en las expectativas sobre lo que puede o no hacer. Se construye analizando,
valorando e integrando la información sobre la propia experiencia – construida con
éxitos y fracasos – y la recibida de las personas significativas e importantes,
como son los padres, los profesores y los compañeros de estudio, entre otros. Esta
información constituye una importante base de conocimiento acerca de nuestras
capacidades, logros, preferencias, valores, metas, etc. Por este motivo es
importante:
- Que los padres ayuden a sus hijos a obtener pequeños
éxitos, cada día, en sus tareas cotidianas, ayudándole a adquirir las destrezas
y conocimientos necesarios para conseguirlo. Ponerles metas asequibles pero difíciles.
- Si les damos a los hijos todo hecho, difícilmente tendrán una
adecuada experiencia de éxito y su autoconcepto será pobre, incidiendo en su
futuro rendimiento académico. Algo parecido ocurre si les exigimos en
demasiadas cosas cada día. Es mejor exigir en pocas cosas pero importantes para
su edad y personalidad en construcción.
- Es imprescindible que desde pequeños no juzguemos a
nuestros hijos de forma humillante, con expresiones del tipo “eres tonto”, “eres
malo”, “eres un inútil”. Si estos juicios son habituales condicionarán su autoconcepto e influirán en su rendimiento presente y futuro.
- Tenemos que familiarizar a nuestros hijos, desde pequeños, con los comportamientos y actitudes necesarios para tener expectativas y metas
elevadas, que son, entre otros, los siguientes:
- Voluntad férrea construida con la suma de pequeños
esfuerzos cotidianos y con la limitación racional de los caprichos. En el fondo
de muchos problemas motivacionales encontramos que la persona cree que no
puede, que no es capaz (Beltrán, 1998). Una voluntad fuerte ayuda a percibir nuestra vida como una realidad predecible, controlable y manejable.
- Familiarizarlos con los horarios: para comer, para dormir,
para jugar, para ver la televisión, para realizar pequeñas tareas en casa, etc.
De esta forma aumentaremos su capacidad de autorregulación y autocontrol.
- El orden les ayuda a ser más eficaces. Hay que darles
criterios que les ayuden a jerarquizar las tareas. Hay que enseñarles a ordenar
las cosas materiales.
- Respecto al aspecto emocional del aprendizaje:
- El profesor debe adaptarse a los alumnos y no a la inversa.
Al igual que hay alumnos que se han enamorado de una asignatura gracias al
profesor que la impartía, también puede ocurrir justo lo contrario. Como dice
Weiner (1974, 1986), “..el comportamiento no solo depende de los pensamientos.
También influyen los sentimientos”.
- Siguiendo a Pozo y Monereo, “…en la escuela se enseñan
contenidos del siglo XIX, con profesores del siglo XX a alumnos del siglo XXI"
- Una buena integración del alumno con los compañeros,
profesores e ideario del colegio, también incide en la motivación del
estudiante. El entorno ayuda – o no - a
sentirse a gusto mientras se afronta la tarea de aprender.
- Los alumnos estarán más motivados si se sienten competentes
en la materia que se les intenta enseñar. Cuantos menos rezagados haya en una
clase respecto a una asignatura, mejor valorado será el profesor, mejor clima
de trabajo, mayor motivación, mayor rendimiento colectivo e individual y menor
conflictividad.
- Volviendo al desfase curricular. Si los padres no actúan ante
el primer suspenso o descenso sensible de notas, corren el peligro de que su
hijo entre en un círculo vicioso que alimente la desmotivación. Siguiendo a González y Touron (1992), “en situaciones de fracaso, la percepción de control es vital a nivel motivacional”.
Cuando un estudiante percibe que no tiene control sobre su fracaso –ej: cree
que no tiene capacidad-, pierde la motivación.
- Para proteger la propia imagen el estudiante suele atribuir
los éxitos a causas internas (capacidad y esfuerzo) y los fracasos a causas
externas (dificultad de la tarea o suerte). , lo ideal es atribuir tanto éxitos
como fracasos al esfuerzo (causa interna, inestable y controlable) y al uso
adecuado o inadecuado de estrategias de aprendizaje.
Por último, siguiendo a Jose Carlos
Núñez, profesor de la Universidad de Oviedo “la falta
de motivación tiene también otros determinantes más allá de los factores
vinculados al enseñante y al aprendiz. Se trata de factores que están situados
a otro nivel, probablemente más fáciles de enumerar pero mucho más complejos a
la hora de intentar actuar sobre ellos. Nos referimos a determinantes de tipo cultural, relacionados con cambios profundos
que se han producido en nuestra sociedad en los últimos años y que tienen que
ver con la forma de vida, las relaciones familiares, las nuevas tecnologías, los valores
predominantes, las relaciones interpersonales,
etc. Estos factores de naturaleza sociocultural añaden una nueva dimensión a la
forma de abordar la falta de motivación de los estudiantes, lo cual nos
introduce ante un nuevo problema motivacional distinto a los anteriores".
Termino, como siempre, con una
reflexión. En este caso de Stipek “Creer que se puede triunfar influye más
en los esfuerzos que poder triunfar realmente”
José Antonio de la Hoz