Educar
a los hijos implica exigirles. Muchas entradas de este blog hacen referencia a
algunos modos de hacerlo pero el amor,
el cariño, el afecto, la empatía… principalmente de los padres, también de los profesores,
son necesarios para multiplicar la
eficacia de la actividad educadora. Eso
afirmaba Johan Heinrich Pestalozzi, uno de los primeros pedagogos reconocidos
como tales.
El amor incondicional a los hijos es tan
importante que su ausencia o su existencia puede marcar sus personalidades de por
vida. Comía, hace un tiempo, con unos amigos y sus tres hijos. El mayor tiene
12 años y su rendimiento escolar es sobresaliente porque el sobresaliente es su
única nota, sin embargo algunas veces se ha echado a llorar cuando le he
dedicado algún gesto de cariño. Su madre me explicaba que el padre se prodigaba
poco en ese aspecto. Es verdad que no es lo mismo ir de visita que
responsabilizarse de la educación y formación de una criatura todos los días,
hasta su madurez…, pero también es cierto que algunos padres y educadores ponen
el acento en la exigencia y se olvidan del afecto.
Ya siendo bebés es necesario el contacto físico con los padres pues aporta seguridad emocional,
confianza y estima, presente y futura. En
la madre estimula la producción de prolactina, la hormona de la leche, y de la
oxitocina, la hormona del amor. En el bebé reduce los niveles de cortisol, responsable
del estrés. Una investigación de la
Universidad de Miami ha permitido comprobar que “ muchos bebés a los que se les hace masajes
con constancia duermen mejor, y además alcanzan una mejor maduración del
aparato respiratorio y del sistema inmune”. Otros estudios demuestran que si el bebé no
tiene contacto físico con los padres, puede enfermar hasta morir.
El amor a los hijos no tiene nada que ver con la
sobreprotección y es perfectamente
compatible con ponerles límites y normas. La psicóloga Olga Carmona nos dá
algunas pistas:
- No es sobreprotección: abrazar, escuchar, comprender y respetar a los hijos. Ayudarles a encontrar el camino para resolver un conflicto o problema. Cuidarlos y protegerlos de aquello para lo que aún no tienen recursos; si lo es seguir haciéndolo cuando ya están capacitados. No lo es tener en brazos a un bebe todo el tiempo que se pueda. Tampoco amar a los hijos de forma incondicional y hacérselo saber de todas las maneras posibles, todos los días.
- Si es sobreprotección compensar al niño – normalmente con un regalo - , cuando se siente frustrado, triste o enfadado porque algo no ha salido como él quería. También, hacer por él cosas que ya puede hacer solo, no dejar que asuma responsabilidades o impedir que tome decisiones, bloqueando su desarrollo e impidiendo que adquiere las competencias necesarias para desenvolverse en la vida. Asimismo, no corregir su conducta por miedo a que se enfade o justificarla.
El niño que ha recibido cariño, afecto, confianza y
amor incondicional de sus padres y que se ha enfrentado al cumplimiento de límites
y normas proporcionados a su capacidad y edad, contará con un mejor desarrollo
físico, será más resistente a la enfermedad mental, disfrutará de un aceptable
nivel de autoestima y estabilidad personal, afrontará con más éxito los retos
que plantea la vida, mantendrá relaciones sociales más cordiales y, en general,
alcanzará unos niveles de desarrollo personal, social y profesional más
elevados que los conseguidos por la persona carente de estas circunstancias en
su infancia.
Termino con una frase de Olga Carmona, psicóloga ya mencionada en
esta entrada: “No existe una forma más destructiva de maltrato
que la falta de amor hacia un niño por parte de sus padres, especialmente de la
madre”.
…y con otra de Charles Dickens “El corazón
humano es un instrumento de muchas cuerdas; el que lo conoce las sabe hacer
vibrar todas, como un buen músico”
José Antonio de la Hoz
Magnífico
ResponderEliminarGracias. Espero que haya sido útil
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